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Toxina botulínica y rehabilitación neurológica

By: | Tags: | Comments: 0 | octubre 24th, 2016

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¿Puedes creer que un “veneno” se convierta en un fármaco bueno y eficaz? Eso es lo que ocurre con la TOXINA BOTULÍNICA que es, en realidad, un potente veneno desencadenante de una enfermedad denominada botulismo, y caracterizada por ciertas alteraciones como las náuseas, los vómitos, la sequedad de boca y, lo peor de todo, la parálisis muscular progresiva que, en los casos más graves llega a desencadenar la muerte por la disfunción de los músculos que intervienen en la mecánica de la respiración.

 

La enfermedad solo sobreviene cuando se ingiere la toxina botulínica ya preformada con los alimentos.

 

¿Y POR QUÉ HABLAMOS DE LA TOXINA BOTULÍNICA EN NUESTRO BLOG?

 

Porque esta toxina preparada en la composición y dosis adecuada, resulta ser uno de los mejores medicamentos inyectados en la zona afectada. Junto con la rehabilitación neurológica es un eficaz remedio contra los efectos de la distonía y la espasticidad consecuente al ICTUS, entre otras muchas patologías que veremos más detenidamente a continuación.

 

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¿QUÉ ES LA TOXINA BOTULÍNICA Y CÓMO ACTÚA EN EL ORGANISMO?

 

La toxina botulínica es una neurotoxina. La bacteria denominada Clostridium Botulinum es la encargada de su producción.

 

Actúa en el organismo a nivel de la unión neuromuscular. En esta zona, entre la terminación nerviosa periférica y el músculo, las neuronas liberan una sustancia, un neurotransmisor denominado acetilcolina, que es el encargado de producir la contracción muscular. La toxina botulínica bloquea la liberación de la acetilcolina en la zona en la que se inyecta. El efecto que produce, por tanto, es la PARÁLISIS TEMPORAL del músculo.

 

La aplicación de este fármaco no produce ninguna lesión física en las estructuras del sistema nervioso y evita la contracción muscular involuntaria. En los casos citados de distonía y espasticidad suele dar buenos resultados junto con las correspondientes sesiones de rehabilitación neurológica.

 

El efecto paralizante que produce la convierte, por tanto, en un medicamento utilizado para paliar la hiperactividad de ciertos músculos.

 

FORMA DE ADMINISTRACIÓN

 

En primer lugar lo más importe es EVALUAR LA CONVENIENCIA DE INFILTRAR O NO LA TOXINA AL PACIENTE Y ANALIZAR LA REPERCUSIÓN FUNCIONAL QUE PODRÍA TENER SU APLICACIÓN  (no todos los casos de espasticidad, por ejemplo, son susceptibles de usar toxina)

 

La forma más corriente de administración del fármaco consiste, en un primer momento, en la identificación precisa de la zona afectada por la hiperactividad muscular indeseada que provocan las contracciones involuntarias.

 

La inyección se aplica en el punto local identificado. La dosis la prescribe el médico de forma individualizada. La frecuencia del tratamiento suele ser siempre de una inyección cada 3, 4 o más meses. La solución, aplicada a un músculo determinado, se inyecta mediante una aguja muy pequeña.

 

Conviene no olvidar que la infiltración con toxina botulínica es un complemento de la rehabilitación por lo que después de la infiltración es recomendable realizar sesiones de rehabilitación neurológica que ayuden al paciente a aprovechar al máximo el efecto de la toxina.

 

 

ENFERMEDADES PARA LAS CUALES ESTÁ INDICADA

 

La toxina botulínica no solo se utiliza en medicina, también la estética ha empezado a servirse de esta sustancia, aunque principalmente se prescribe en neurología.

 

A parte de las distonías y la espasticidad que sucede  al ICTUS, también se prescribe para las tortícolis, el blefaroespasmo (contracción intermitente o persistente de la musculatura orbicular de los ojos), estrabismo, el síndrome de Tourette, hiperhidrosis (sudoración excesiva), sialorrea (formación excesiva de saliva),  etc.

 

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